miércoles, 3 de octubre de 2012


Perdona si me duermo en tu deseo; 

si recojo mis recuerdos y comienzo desde cero. 

Es que niña, te pareces a los vientos; 

donde el mundo y sus secretos se esconden en tus sueños. 

Yo me elevo al infinito de tu cuerpo; 

me someto a lo que veo: 

tus pelos, tus labios y el desierto, 

donde Cristo comprendió que iría al Cielo.

Así es como yo en el aire me suspendo; 

porque toco lo que entiendo, como flor del firmamento; 

en tus manos los mares son abiertos, 

tanto así que confundo, tus ojos con el credo;

perdona por decirte que te quiero;

al mirarte, dime niña, cómo callo lo que siento.


Enrique Flores Cáceres.

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