lunes, 15 de octubre de 2012


Fragmento de novela
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Tiempo, te hiciste grande.
Ante tus ojos y mi amor sucumbió don José Delgado Velázquez y permitió lo que Dios había ya dictaminado.

Ariana fue mía, con tan inefable terneza, como en ningún jamás de tu andar, el aire será de tus entrañas.

Vivimos cada día con delicia.
Encendimos inviernos, apagamos dolores, iluminamos convicciones.

Las calles y los árboles se enamoraban de nosotros.
¿Te acuerdas cómo brillaba su mirada limpia?
¿De qué manera ella equilibraba los desórdenes de la vida?

Fui orgullo y fidelidad en sus ojos.
Su mejor amigo y confidente.
El abrazo más tierno y largo que en tu universo se extiende.

Me llamaron hijo sus padres, y Marcela llegó a conmover, y de qué maneras, las increíbles calles de mi destino.

Me regalaste mil seiscientas veinticuatro auroras donde hallé la parte más honda que jamás conocerán las horas.

Sin embargo, algo escondías en ese altar de inconmensurable amor, armonía, juventud y paz…


Enrique Flores Cáceres.

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