jueves, 18 de octubre de 2012


Cuando mi mujer sonríe,
las flores no quieren morir,
pensando en aquella rosa
que desea vivir para siempre
y hacerme feliz.

Cuando mi mujer me acaricia,
el otoño respeta el camino
vertical, de abajo hacia arriba,
que recorre el olor de su dicha,
hasta perderse en el lugar
más apartado de mi firmamento.


Enrique Flores Cáceres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario